miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tan triste

Hoy no me cabe más tristeza dentro del cuerpo, desde ayer que empecé a recoger los efectos personales de mi puesto de trabajo, ya sabía que hoy iba a ser un día muy duro, por propia decisión evidentemente, pues hoy he decidido hacer los paros de 24 horas de manera indefinida, lo que significa que puede que ya no vuelva más a ocupar mi sitio.

Aunque no tengo muy claro que vaya a servir de algo, puesto que lo que quieren hacer es una limpieza ideológica, y como dice la gente que no los va a secundar, encima se van a quedar con nuestro sueldo y les vamos a salir mucho más baratos a la hora de despedirnos.

Pero bueno por motivos personales, éticos y profesionales, así lo he decidido, y aunque me había ido preparando poco a poco para cuando llegara este día, de nada me ha servido ir despidiéndome de los seres inanimados, las escaleras de emergencia donde salía a fumar, el termómetro que cada día nos decía la hora y los grados, las vistas tan bonitas de la sierra cuando está nevada en invierno, de todo Madrid con sus torres, su Pirulí, la Casa de Campo, la Ciudad de la Imagen, los ascensores con esas puertas que te meten unos topetazos que te desvían la columna, sus botones que van a su bola, y si sujetas las puertas se encienden todas las plantas, el baño con sus enormes espejos que hoy me devolvían una imagen casi irreal de mí misma,  el comedor, la cafetería, la recepción, el atrio, el cajero (más seguro que ningún otro al estar dentro del edificio).

Ya en mi planta, esas dos grandes máquinas incansables, que se dejaban hacer todo lo que quisiéramos, a las que he insultado en infinidad de ocasiones porque no me salían las copias como yo quería, a ellas y a sus antecesoras, las he cuidado con todo el mimo del que he sido capaz, las he dado de comer su tóner cuando lo han pedido, las he rellenado de su papel favorito y también del malo (cuando había que ahorrar), que anda que no les he tenido que quitar atascos a las pobres, las he desconectado cuando ya estaban muy saturadas y necesitaban un reseteo, y las he hablado como si me pudieran entender, las he llegado a acariciar cuando alguien las ha tratado mal o las ha aporreado a lo loco y yo llegaba en su rescate, estas máquinas han sido mis amigas aunque suene muy feo decirlo y sin menosprecio de los seres humanos con los que también he trabajado.

Luego he pasado la vista por los armarios llenos de documentación silenciosa, perfectamente colocada para encontrar lo que se necesitara, me he despedido de mi silla, ergonómica donde las haya, que ha soportado mi peso (que es bastante) a diario sin una sola queja, de mi mesa reluciente de tanto frotarla con las mangas y los codos al escribir, de mis sellos que hasta tengo en la cabeza la última carta en la que los he usado para registrarla, no podría sacar la cuenta de las veces que se han utilizado durante todos estos años, del portacelo, de la grapadora, de los clips, siempre tan a mano para todo el que necesitara uno.

Y cuando ha llegado la hora de cerrar a otro buen amigo, lo he hecho sin pensar, he salido de todos los programas, he pinchado sin piedad en apagar y ha dejado de hacer ruido, se ha ido a negro junto con su teclado y su ratón, y hasta ahora que lo estoy escribiendo, no me he dado cuenta que por mucho que se revelaran de uno en uno o todos a la vez, por sus propios problemas internos o por mis muñones y falta de formación, siempre han estado ahí para ayudarme en mi trabajo, sin ellos no hubiera podido hacer absolutamente nada, cuando empecé aquí a trabajar, yo venía de la máquina de escribir, y gracias a este trabajo he podido aprender, lo poco que sé a día de hoy (bueno y otras cosillas que me ha enseñado mi maridito….).

Y hasta aquí mi despedida de cosas útiles pero inanimadas y se supone que sin sentimientos, y ojalá yo pudiera ser igual que esos cachivaches y pasar de todo, pues duele mucho ver que personas con las que has trabajado durante tantos años, de repente tienen unos  ideales a los que yo desde luego no les llego ni a la suela del zapato, estos días me he roto la boca diciendo que yo considero a algunos compañeros mucho más que eso, que para mí son amigos, que nunca iba a intentar convencer por la fuerza de nada, que les iba a dar como mucho mi opinión, y que espero seguir manteniendo relación con esas personas fuera de aquí, puesto que a mí tampoco me gustaría que me hicieran el vacío por lo que yo he decidió hacer, nunca me ha gustado el estás conmigo o contra mí, y aunque no compartamos algunas maneras de ver las cosas, de eso se trata vivir en sociedad, aprender a respetar las decisiones de todos aunque no nos gusten o no estemos de acuerdo con ellas, ponernos siempre en el lugar del otro para intentar comprender, pues nadie sabe lo que hay en la cabeza ni en la vida de nadie, para juzgar, si sus circunstancias son o no son más fáciles que las del otro.
El caso es que me he despedido aguantando bien el tipo, de todos los que estaban en ese momento en mi departamento, incluida la señora de la limpieza, otros ya se habían marchado y no he podido decirles adiós.

Ha sido poca la gente con la que me encontraba pero se querían ir despidiendo y aquello se empezaba a pasar de emotivo, así que me he puesto mi coraza de soy de piedra, y he pensado que nos despedíamos por vacaciones, que nos vamos a seguir viendo, sino es aquí pues fuera, en los juzgados, en los tribunales, en las colas del Inem, andando por cualquier parte, y así he podido salir de allí sin soltar una sola lágrima, pero la contención no es nada buena, pues antes o después, el grifo se abre y ya no puedo parar, y desde que me he montado en el coche, me he chupado todo un bonito atasco, he llegado a casa, me he cambiado, y ahora que estoy escribiendo, aún no he podido parar, es de esas veces que no tienes suficiente pues te calmas un poco y al rato sigues, espero que para mañana ya lo haya soltado todo y pueda volver a cerrar el grifo de las aguas turbulentas, pues voy a ir a la asamblea, y otra vez estaré allí, y veré a más gente y no sé si le daré el adiós definitivo al edificio, espero que se  me pase esta tristeza tan grande que no me permite dejar de estar tan, tan, tan, triste.