sábado, 30 de mayo de 2009

Disfruto como un niño de mi madurez

Un niño tiene la capacidad de ensimismarse haciendo una cosa que le interese. Tiene una capacidad ilimitada de curiosidad. Sueña despierto y sueña cosas que pueden ser imposibles o irrelevantes. La fantasía de sus monólogos es en algunos casos delirante y muchas veces está por encima de las propiedades de físicas de la materia. Pasado un tiempo se cansa de lo que está haciendo y vuelve a hacer otra cosa.
Desde mi madurez me comporto y disfruto de la vida como un niño, sin poder serlo, pues el niño no es consciente de su niñez.
Hubo un tiempo en que soñé con ser un jugador de baloncesto y meter esa última canasta en una final imposible. No jugué nunca a ese nivel pero me divertí muchísimo varios años. Me cansé y cambié a otros intereses.
Me gustaron los bailes de salón, aprendí, participé en una exhibición y lo dejé. Me gustó el mimo, hice un curso, aprendí y lo dejé. Me gustaron los monólogos, actué y lo dejé.
Hace poco miré hacia arriba a las montañas y soné con pisar sus cimas y por ahora seguiré haciéndolo.
Del niño que fui me quedo con la curiosidad infinita y el disfrute cuando hago cualquier cosa. Del joven con la capacidad de soñar y revelarme frente a algunas cosas. Y Gracias a la madurez puedo organizar, clasificar, programar el disfrute de mi vida como un niño y un joven; sólo tengo que guardar las apariencias sociales de la madurez que se me supone.

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