domingo, 24 de marzo de 2013

¡Mucha mierda!

El jueves vimos una obra que se llama Debajo de las Polleras, con ese título y sin leer de qué va uno no sabe muy bien qué se va a encontrar, fuimos porque debutaba la hermana de un buen amigo y para esas cosas ahí hay que estar para apoyar.

El estreno era en un teatro que ni sabía que existía, bueno es más una sala pequeñita, a mi me recordó bastante al interior de un avión, pues había dos filas de tres y cuatro asientos y un pasillo y al fondo el mini escenario, quizás iba algo influenciada al saber que la hermana de nuestro amigo es azafata, aunque también pudo ser casualidad.

Tras años de estudio y sabiendo a lo que uno se tiene que enfrentar, lo primero es alabar la memoria de los actores, para mí que solo me puedo aprender alguna canción y muy pocas veces de manera completa, porque no soy capaz de reproducir exactamente ni una conversación, ni algo que he leído, ser actor de teatro ya me parece de por sí una proeza. Supongo que a fuerza de repetir y repetir un texto al final se va quedando, pero encima interpretarlo metiéndote en el papel de alguien que no eres creo que es un don, eso acompañado a no tener miedo escénico, saber que hay un montón de gente que está pendiente de todo lo que dices y de lo que haces, de las caras que pones, de lo que llevas puesto, en definitiva pendiente absolutamente de ti, para mí es de quitarse el sombrero, pues yo soy todo lo contrario cuanto menos se note que existo mejor, por eso elogio a los que si pueden hacerlo y me da mucha envidia sana.

Evidentemente yo no soy crítica de teatro, por lo que no puedo opinar si estuvo bien a nivel interpretativo, o si la dirección era buena o mala, si el atrezzo y el vestuario eran los correctos, ni si lo eran el maquillaje o la iluminación y el sonido, ni si la adaptación de la obra era apta para el público madrileño, solo puedo decir si me gustó o no, y la verdad es que después de ver obras de más renombre y con actores consagrados, ésta en particular aparte de hacernos pasar un muy buen rato, me pareció más que digna.

Además de tocar temas universales de las relaciones de pareja, echarle imaginación para explicar escenas y la versatilidad de los actores que aunque de lo que se trataba en definitiva era de analizar que la mayoría de los hombres son iguales, al final saqué la conclusión de que también lo somos la mayoría de las mujeres, aunque cada una a su manera, pero todas perseguimos lo mismo.

Desde aquí vuelvo a darles la enhorabuena y hacerles llegar todo mi respeto además de a los cuatro  actores, al resto que se gana así la vida y que se tiene que preparar cada día para enfrentarse a los nervios, a que no se les olvide el texto y sobre todo a nosotros al público que al fin y al cabo somos los que recibimos su esfuerzo final y la incertidumbre lógica de preguntarse si nos habrá gustado.

Como se suele decir por estos lares, ¡Mucha Mierda!

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