
Nos hemos acomodado a que nos lo den todo hecho, es verdad que si le preguntas a un niño si prefiere un parque de bolas o uno callejero probablemente elegirá el primero, pero si en lugar de preguntar le llevamos sin mas y le ponemos con sus amigos se lo pasará genial.
En este cumple en particular además los padres eran participes de algunos de los juegos de los peques, uno de ellos ejercía de capitán pirata y armado con un mapa del tesoro era seguido por todos los grumetes descubriendo pistas por la zona.
Lo más chocante fue que los invitados no llevaban regalo, evidentemente no pregunté, pero se me ocurre que sería una buena opción para educar mentes en crecimiento, inculcar que la asistencia no requiere regalo, para cumplir varios objetivos.
Primero: No recibir un exceso de presentes -únicamente los de familia y amigos muy cercanos- esto hará que realmente se valoren los recibidos.
Segundo: Reducir el gasto tanto del homenajeado como de sus invitados.
Tercero: No verse obligado a acudir a lugares demasiado esplendidos para compensar tanta dádiva.
Y cuarto y no menos importante: Recuperar la esencia del acto involucrando a todos en el evento.
Sin embargo para que todo esto pudiera funcionar tendríamos que estar todos implicados, sino sería un agravio comparativo para algunos.
Habría que inventar una especie de club de cumples hippies y determinar una serie de estatutos en los que decidir si habría obsequio o no, o hasta que precio, si participarían activamente los padres, elegir lugares idóneos e incluso si pudieran ser conjuntos o cualquier otra idea interesante.
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