lunes, 12 de octubre de 2009

La boda de mi mejor hermano (porque no tengo otro)

¡Menudo berenjenal!

No recuerdo que mi boda fuera algo tan complicado, aunque lo hicimos como casi todo el mundo que se casa, no nos costó mucho organizarla.
Teniendo más o menos las cosas claras todo va bastante fluido. Pero cuando una boda llega a una familia, esta se descompone en nervios, ¡no da tiempo!, ¡no tenemos traje!, ¡que ganas tengo de que pase todo!
Lo mejor en estos casos se lo llevan los hombres, no tienen más que entrar a una tienda de caballeros y en un ratillo, como mucho un par de horas sales con casi todo, y encima la mayoría de las veces luego el traje les sirve para trabajar, ¡jo que potra!
Si eres mujer, empieza tu calvario y si tu madre es la madrina el calvario es doble, pasas de salir del trabajo a toda pastilla para poder ir a ver todas las tiendas posibles, a ver si ve algo que le guste, luego que le quede bien y para rematar que no te saquen hasta los hígados, acabas agotada de andar, entrar, probarse, llegas a casa como si hubieras estado corriendo en una maratón y sin haber entrenado ni gota.
Y cuando por fin ya se ha decidido, se da la señal para dejarlo encargado y te citan otro día para empezar con los arreglos, porque siempre los necesitas, la suben a una especie de tarima con todo puesto, aunque solo le vayan a coger el bajo de la falda, pues hay que verlo todo en conjunto supongo y la tienen dando vueltas como en un carrusel, ahora de frente, a la izquierda, a la derecha, de espaldas y vuelta a empezar.
Así se pasó la pobre casi una hora, yo la notaba que iba cambiando el color de su cara a un blanco nieve que no era normal, hasta que de repente dice ¡no puedo más, me estoy mareando! la ayudamos a bajar se sienta en una banqueta, ponen el aire acondicionado (que lo podían haber puesto antes), le damos aire con un abanico, traemos agua, y todo con alfileres hasta en sabe Dios donde. Al cabo de un rato parece que le vuelve el color rosadillo a las mejillas y vamos a que se cambie, pero esa es otra odisea, pues se me quedan las manos como coladores, ya que lo toque por donde lo toque, hay unos mini puñalitos empeñados en traspasar mi tierna carnecilla.
Por fin entre muchos ¡me he pinchado, y que me pincho! al más estilo Bella Durmiente (salvando las distancias por lo de bella y durmiente pues estaba bien despierta con tanto pinchotazo) la salvo del maldito traje y salimos pitando de la tienda al fresquito de la calle.
Según vamos andando la digo, ya está ya tienes tu bonito traje, y me dice: “si bueno ahora solo faltan los complementos......”.

(continuará)

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