jueves, 23 de octubre de 2008

LLueve en Madrid


Cuando llueve todo cambia, a los mas viejos del lugar se les alegra la cara, piensan en los beneficios de la madre naturaleza, en la necesidad de esa agua milagrosa que hace que los campos cumplan su misión, nos den su fruto comamos perdices y seamos felices.
Pero para el resto de mortales, la lluvia es un mal asumible, retrasa y complica el trafico, incomoda al viandante, provoca inundaciones (ayudadas en parte por la mala previsión y diseño de infraestructuras), y sobre todo deposita una losa de pesimismo sobre todos nosotros que impide cualquier atisbo de sonrisa, el dia se hace gris y con ese color nada bueno puede suceder, la humedad se cuela en los huesos, el viento convierte en cometa el paraguas al que nos aferrabamos como si nos fuera la vida en ello y le vemos partir surcando los aires libre por fin de nuestras ataduras, un segundo después cae a plomo sobre un coche que espera en un semáforo y automáticamente empezamos a mirar para los lados como diciendo, ¿de quien coño es ese paraguas?

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